martes, 24 de septiembre de 2013

Una nueva historia: Caperucita y su abuelo

Había una vez, en un pueblo pequeño, una niña llamada María, a la que todos conocían como Caperucita Roja, por una chaqueta roja con caperuza que siempre llevaba.
Un día, cuando llegó del colegio, su madre le preguntó si podía acercarle a su abuelo una cesta con sopa de pollo y miel con canela, ya que este no se encontraba bien.
Caperucita, aceptó encantada, le gustaba mucho visitar a su abuelo y si podía ayudarle, ¡mejor, que mejor!
Por el camino iba pensando en lo mucho que su abuelo le había cuidado. Recordó cuando iban juntos a la huerta a recoger fresas y nueces, como la llevaba en su carretillo cuando se le cansaban las piernas, y como siempre le buscaba el sitio más seco y fresco para comer la merienda, ¡Y vaya meriendas! El abuelo era un gran chef, hacía los mejores pasteles de crema del mundo, y ¡cómo estaban sus galletas! A caperucita se le hacía la boca agua. Iban tan absorta pensando en su abuelo, que no vió venir un lobo.
- Buenos días, señorita - le dijo este.
"Hola, buenos días" contestó Caperucita un poco asustada.
- ¿Vas tu sola por estos caminos? ¿Puedo preguntarte donde vas? ¿Y qué llevas en esa cesta? - preguntaba el lobo.
"Disculpe señor, no quiero ser mal educada, sólo quiero llegar a mi destino lo antes posible" respondió Caperucita.
Y sigió caminando. Ya más centrada, mientras andaba, se dió cuenta que el lobo la seguía. Mantuvo la calma y aceleró un poco el paso.
Cuando llegó a casa de su abuelo, llamó al timbre y este le hizo pasar.
- Caperucita, cariño, muchas gracias por venir a verme -dijo el abuelo.
No le dió tiempo a contestar a Caperucita cuando sonó el timbre de la puerta.
"Hola abuelo, he venido a verte en cuanto me he enterado que estabas un poco pachucho" dijo Caperucita "Perdona, pero estoy un poco preocupada, cuando venía hacía aquí, un lobo se interpuso en mi camino y me preguntó por la cesta"
- No te preocupes más, el lobo es mi nuevo amigo. Como sabía que vendrías a verme le he pedido que se acerque para acompañarte, el problema estaba en que no te conocía, por eso te pregunto todas esas cosas para saber si eras tú mi nieta y no confundirse - contestó el abuelo, a la vez que hacía pasar al lobo a casa.
"Hola abuelo, ¿Asique esta es tu nieta?" - dijo el lobo sonriendo - "¡Vaya si anda deprisa! ¡No me ha dado tiempo a explicarme!"
El abuelo les presentó a los dos para que se conocieran.
Caperucita sonrío aliviada y un poco avergonzada. El lobo se dió cuenta que la niña lo había malinterpretado y también sonrió.
Abuelo, niña y lobo, charlaron toda la tarde y cuando Caperucita se fue a casa, el lobo la acompañó, solo por si a caso...

Érase una vez en Anatolia

Había una vez una niña llamada Ana. El señor y la señora Tolia eran sus padres, ambos arqueólogos.
Ana, estaba acostumbrada a recorrer el mundo en busca de ciudades y civilizaciones perdidas.
Un día, mientras estaban de expedición en la antigua ciudad de Septra en Egipto, Ana encontró un pasadizo un tanto pequeño.
Llamó a sus padres, que se acercaron de inmediato.
"Ana, creo que acabas de realizar un gran hallazgo" - digo su madre.
"Pero este pasadizo es tan estrecho y pequeño, que no se si podremos averiguar que hay al final" - comentó su padre.
- Tengo una idea, ¡Yo entraré en él! Soy pequeña y quepo perfectamente - gritó Ana emocionada.
Sus padres no estaban muy convencidos en un principio, pero contaban con un equipo muy sofisticado y fueron conscientes de que Ana no corría ningun peligro.
Ana entró en el pasadizo, dió cuatro pasos al frente y se quedó a oscuras, encendió la linterna de su casco y continuo caminando.
El pasadizo era de piedra caliza como las pirámides y comenzó a ver jeroglíficos, en perfecto estado y a todo color.
- Mis padres van a ganar un buen ascenso con este descubrimiento - iba pensando Ana.
Al llegar al final del estrecho camino se adentró en lo que pareciá una gran estancia, con la linterna de su casco vió una hilera de espejos y recordó el antiguo truco de los egipcios para iluminar habitaciones, colocó el primer espejo frente a otro y ¡Voilà! se hizo la luz.
A la niña se le quedaron los ojos como platos, ante ella se mostraba una enorme ciudad de juegos, toda hecha a una escala más pequeña. ¡Era una ciudad de niños de más de 3000 años de antigüedad!
Cuando volvió con sus padres y contó al resto del equipo lo que había visto, nadie tuvo ninguna duda en dar nombre al hallazgo "Ana Tolia, la ciudad de los niños".

Mico

El mono Mico, era un mono de peluche. Era suavecito y de color marrón.
Fue el regalo de cumpleaños de una niña llamada Clara que tenía 2 años.
Mico y Clara vivieron muchas aventuras juntos. Como aquel día que llovía y salieron a la calle sin paraguas, no pararon de correr hasta que llegaron a casa de la abuela.
Tambien estuvieron juntos cuando Clara empezó el colegio y el primer día Mico, la acompañó para que no tuviera miedo. Nunca podrán olvidar el día de verano que Clara comió tantas y tantas cerezas que despues le dolió la barriga toda la noche.
Cuando a Clara le regalaron la bici, sus padres le pusieron una cesta para que pudiera llevar a Mico a pasear y juntos recogían flores para mamá.
El año que Clara cumplió 8 años, los abuelos le regalaron a Mica, una monita de peluche de la que Mico se enamoró al primer instante.
Mico y Mica, dormían juntos con Clara por las noches y cuando mamá hacía limpieza se cogían de la mano en la lavadora.
Cuando Clara terminó el colegio, fueron los modelos que utilizó para hacer sus primeros retratos. Adornaron su estantería cuando se fue a la universidad y despues descansaron unos años en una caja mullidita; y cuando Clara tuvo su propia hija, volvieron a salir ansiosos de aventuras.

El pollito amarillo

El pollito amarillo, era un pollito muy chiquitin, vivía con su mamá la gallina Rubia y con su papá el gallo Perico. Le gustaba picotear el suelo del gallinero para comer semillas de trigo y bichitos pequeños que salían de la tierra.

Un día hacía mucho calor, era verano y el sol estaba en lo alto del cielo. Brillaba tanto que casi no se podía ver.

En la granja del pollito, los animales estaban muy cansados y estaban acostados en el suelo. El gallo y la gallina dormían la siesta en el corral.

El pollito se escapó de la granja en busca de agua fresca, saltó la cerca y se dirigió hacia el bosque. Allí, se encontró con muchos árboles; en sus ramas había muchas hojas verdes además de mucho pájaros que descansaban las patas. También encontró muchas flores de muchos colores. En el suelo, las hierbas habían formado una alfombra que hacían sus pasos muy mulliditos.

Como tenía mucha sed, buscó un charco para poder beber y nadar un poco.

Volvió sigiloso a la granja, se durmió acurrucadito junto a sus padres y nadie se enteró de su aventura.