Beeeeeeeee, beeeeeeee! – se oía por toda la granja-
beeeeeeee, beeeeeeee!
¿Cuándo pararán de gritar esas ovejas? – decía vaca-mú - ¡Ay,
otra patadita!
Y es que vaca-mú estaba embarazada, tenía un bebé vaca
creciendo en su tripita. Y el ternerito no paraba de moverse en la barriga de
su mamá.
Beeeeeeee, beeeeeeee! – se volvía a oír en el lugar.
Esa misma mañana, vaca-mú fue a beber agua al abrevadero que
compartían con las ovejas.
¡Uys!, parece que mi ternerito quiere nacer – de cuatro
empujones, nació el ternerito más bonito de todo el pueblo, bebé-mú.
Todos los animales de la granja estaban contentísimos, por
fin podrían ver al bebé.
Beeeeeeeee, beeeeeeee! – se oía por todos lados.
Vaca-mú, estaba muy cansada, no tenía paciencia para más
beeeeeeees, asique se acercó a la valla de las ovejas y dijo:
ShhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH
Las ovejas asustadas se callaron.
Durante todo el día no hubo más beeeeeeees, la granja
parecía un desierto, no se oía ni un ruido.
Esa noche, solo había silencio hasta que bebé-mú comenzó a
llorar:
¡MuaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaAAAAAAAAAAAAAAA, MuaaaaaaaaaaaaaaaaaaAAAAAAAAAAAAA!
Vaca-mú acercó a bebé-mú contra su cuerpo para darle calor,
pero bebé-mú no paraba de llorar.
Vaca-mú probó dándole un poquito más de leche, pero nada.
Le acarició la cabecita, pero nada.
Le meció un poco, balanceando sus patas al compás, pero
nada.
Le frotó la barriguita, pero nada.
Entonces contra todo pronóstico, las ovejas abuelas
comenzaron a gritar de nuevo:
Beeeeeeeee, beeeeeeee, beeeeeeee, beeeeeeee, beeeeeeee,
beeeeeeee, beeeeeeee, beeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee
Su balido sonó por toda la granja, desde el estanque de los
patos, hasta el establo de las vacas.
Bebé-mú, dejó de llorar al escuchar a las ovejas cantar; se
calmó y se durmió.
¿Cómo se ha calmado
tan rápido mi bebé?- se preguntaba vaca-mú.
La explicación era muy sencilla, las ovejas habían balado mientras que el ternerito había
estado en la barriguita de su mamá y desde allí había podido oír todos esos
beeeeeeees, ¡Y se acordaba de todos ellos como si fueran una canción!
Vaca-mú, nunca más pidió callar a las ovejas. Y es que como
eran abuelas eran las más sabias.
Todas las noches balaron para el ternerito.
Bebé-mú y las ovejas abuelas se quisieron para
siempre.
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