jueves, 27 de noviembre de 2014

Misterioso caso en Quintanar del Nilla




(Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia)

Era una fría mañana de domingo en Quintanar del Nilla.
Diego se despertó en su cama y al abrir los ojos  vió a su hermano Daniel todavía dormido.
Se levantó y fue al baño, pero la puerta estaba cerrada.
Bajó las escaleras y se encontró con su abuela Carmen.
“Diego, cariño, hay chocolate con churros para desayunar”– le dijo su abuela.
-¡Bien! Voy a hacer pis y ahora mismo voy a desayunar.
Cuando salió del baño Paula, Daniel y Julia, ya estaban a la mesa.
- Buenos días, Diego – le dijo Paula.
Julia con todo el morrete de chocolate, sonrió con alegría y Daniel con la boca llena de churros le guiñó un ojo.
Desayunaron todos juntos en la mesa. Y después, con la barriga bien llena de churros y chocolate, surgió una gran pregunta:     ¡¿Dónde está la tía Sandra?!
La tía Sandra era la tía más tía de todos los tiempos, querían a su tía Sandra tanto o igual que a sus otras tías, la tía Sandra para estos niños era como la hermana pequeña de sus madres, pero sobretodo la tía Sandra era una gran churrera.
- ¿Dónde está la tía Sandra? – preguntaron a su abuela Carmen.
Pero la abuela Carmen no sabía nada, se encogió de hombros y siguió comiendo churros de la bolsa.
“La tía Sandra nunca se pierde un domingo de chocolate con churros”- pensó Paula.
“Nunca, en toda la historia de domingos de chocolate con churros, ha faltado la tía Sandra “– Pensó Diego.
“Yo no sabo donde está, la tía Sandra” – pensó Daniel con mucha pena.
“No tá” – pensaba la pequeña Julia.
Se hizo el silencio en la casa. Los niños se miraron los unos a los otros.
- ¡Hay que buscar a la tía Sandra! – exclamaron.  Daniel y Julia dijeron que sí, con la cabeza. Y los cuatros niños empezaron a buscar.
Daniel, corrió por toda la casa como un loco, gritando: ¡tía Sandra, tía Sandra!
Julia comenzó a abrir todos los cajones de la casa, al principio para buscar a la tía Sandra, pero pronto se le olvidó y empezó a sacar todas  las cosas y a chuperretear  todo lo que le gustaba.
Paula, buscó por las habitaciones y cuando pasó por delante del espejo, no pudo resistirse y se colocó bien la coleta, puso caritas sonrientes, se miró y se remiró, pero tampoco vió a la tía Sandra por ningún lado.
Diego, viendo que así no llegaban a ninguna parte, propuso buscar en la casa algún mayor que les pudiera dar una pista.
Y sentado leyendo el periódico, se encontraron con el abuelo Miguel, más conocido como “abuelo calzoncillos”.
- Abuelo, ¿has visto a tía Sandra? – preguntaron.
“¿No va venido a comer los churros?” – dijo el abuelo sorprendido.
- No, no ha venido. No sabemos dónde está, ¿la has visto esta mañana? – preguntó Diego.
“Pues no la he visto, niños, no puedo ayudaros. Pero os dejo mi lupa de detective,  puede ayudaros a ver alguna pista escondida” – dijo el abuelo calzoncillos, mientras le daba a Paula la lupa que tenía guardada en el bolsillo de la chaqueta – “No me la perdáis, eh”.
- ¡Gracias abuelo illos! – le dijo Daniel.
Cogieron la lupa y siguieron buscando.
Por el pasillo se encontraron con la mamá de Diego y Daniel.
- Mamá, ¿has visto a la tía Sandra? – Pregunto Diego.
“No, no la he visto, habrá salido por la noche con su amiga Sara, la kugu” – dijo la mamá con una sonrisa mientras seguía su camino.
- Si ha salido con Sara, la kugu, se habrá llevado el coche, ¡rápido, vamos a ver!  – dijo Diego.
Y los demás le siguieron a la calle. Pero el coche de la tía Sandra seguía allí fuera aparcado.       
“Voy a mirar si hay huellas con la lupa de detective” – dijo Paula.
- No, no, quiero mirar yo – decía enfadado Daniel.
“No, yo” – dijo Paula.
- No, yo – dijo Daniel casi llorando.
- Yo, yo, yo, yo – decía también Julia.
“¡Chicos, chicas! Pasad dentro” – les decía desde la puerta la mamá de Paula y Julia.
- Es que estamos buscando a la tía Sandra… – dijeron los niños a la vez.
“Venid dentro que hace mucho frío, y la esperáis aquí” – zanjó la mamá de Paula y Julia.
Los niños, desesperanzados, entraron en la casa y se sentaron juntos en el suelo del salón, encima de la rayuela de animales.
De repente, lo vieron claro. Si la tía Sandra, no había salido con Sara, la kugu, el abuelo no la había echado en falta por la noche y la abuela había dejado churros guardados en la bolsa, solo podía significar que estaba en casa.
Diego también recordó que el baño de arriba estaba cerrado  cuando se despertó.
- ¡Lo tengo! – dijo mientras se levantaba y salía corriendo hacía la parte de arriba de la casa. Los demás le siguieron. Al llegar al baño, llamaron a la puerta. Toc, toc.
“¿Síiiiiiii?” – dijo una voz-  “ahora salgo”.
Se oyó una cisterna, el cerrojo y unos pasos.
¡¡¡Tía Sandra!!!! – gritaron los niños contentos, a la vez que corrían a abrazarla.
- Estabas aquí, pensábamos que te habías perdido – dijo Paula.
“No te veíamos” – dijo Daniel con voz triste
-Tía Sandra, te hemos estado buscando mucho rato – dijo Diego haciendo más fuerte el abrazo.
Julia se agarró a la pierna de la tía Sandra y mientras se reía dijo: caca, caca, caca, caca,…
 “He estado todo este tiempo en el baño; sí Julia, sí...ha sido caca” – comentaba la tía Sandra mientras bajaba las escaleras en busca de su chocolate con churros – “Por cierto, ¿alguien ha visto a Virgi?”
Los niños se volvieron a mirar, aun conservaban la lupa de detectives, tenían una nueva misión, encontrar a la tía Virgi, pero esa es otra historia…
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado, y quién no levante el culo… ¡¡se le queda pegado!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario