sábado, 25 de octubre de 2014

La ardilla perdida



Había una vez una familia de conejos que vivían en su madriguera. Eran muy felices en el monte Pajariel, tan verde, tan lleno de árboles y arbustos con muchos frutos.
Un día toda la familia se despertó con un sonido sospechoso.
Crunch, cruch, cruch, cruch – sonaba por todo el lugar.
El papá y la mamá abrieron la puerta de la casa-madriguera lentamente.
¡Pero que ven mis ojos! – exclamó el papá.
No puede ser,  ¡no hay derecho! – dijo la mamá muy enfadada.
Delante de sus narices había una ardilla comiéndose las zanahorias de su huerto.
Eh, tú, vete de aquí, ¡este es nuestro huerto! – gritó desde la ventana el pequeño conejito.
La ardilla les miró con los ojos un poco llorosos, puso pucheros  y agachó la cabeza.
- Lo siento, llevo varios días perdida por este monte, ¿sabéis dónde está el parque del Temple?
Los papás se dieron cuenta que la ardilla estaba realmente hambrienta, cortaron unas cuantas zanahorias, unos frégoles, unos nabos y unas berzas, e hicieron pasar adentro de la casa a la ardilla.
Se sentaron a la mesa y mientras el papá preparaba las verduras, la mamá salió a buscar agua al río Sil, que estaba muy cercano a su casa.
Los dos hijitos conejos no entendían nada. Había pillado infraganti a la ardilla mientras les robaba  las verduras de su huerto, las que tanto les costaba a sus papás cuidar, ¿Por qué sus papis habían dejado entrar en la casa a un desconocido?
Pero en cuanto vieron comer a la pobre ardilla, en seguida lo supieron.
- ÑAM, ÑAM, ÑAM – comía la zanahoria.
- CRUCH, CRUCH, CRUCH – masticaba los fréjoles.
- MUK, MUK, MUK – “rañaba” los nabos con su dientecitos.
- CRAC, CRAC, CRAC – engullía las berzas.
- GLUP, GLUP, GLUP – y se bebió toda el agua.
La ardilla, contenta y un poco avergonzada, dió una y mil veces las gracias a la familia de conejos.
- ¡Muchas gracias, amigos! Sólo me queda una última cosa, ¿podríais indicarme cómo llegar al parque del Temple? Allí vivía con mi familia hasta que me entretuve buscando piñones en un árbol y se me hizo de noche…
Sin problemas ardilla, te acompañaremos encantados – dijo el papá mientras la mamá y los hijos asentían con la cabeza.
¡Sí, sí, nosotros también queremos ir al parque! – gritaban los conejitos.
Caminaron entre los árboles, cruzaron un par de huertas, saltaron dos vallas de madera y giraron a la derecha, después saltaron por el colegio de los niños y cruzaron una carretera mirando muy bien hacia los dos lados y llegaron al parque.
Los conejitos salieron disparados a tirarse por el tobogán.
¡Mirad, mirad! ¡Allí están mis padres! – dijo la ardilla.
Tras una pequeña reprimenda, los padres de la ardilla le dieron un gran abrazo. Acudieron en seguida a agradecer a los conejos la ayuda prestada a su hija.
Y así, conejos y ardillas celebraron el reencuentro y la nueva amistad.

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