sábado, 19 de octubre de 2013

Pies descalzos

Sofía es una niña de 3 años que vive en Madrid con sus padres. Le gustan mucho los libros, los bebés, el chocolate y bailar a todas horas; baila tangos, salsa, rumba... ¡y menea su melena al ritmo de rockandroll! Pero lo que no le gusta nada es ponerse las zapatillas.
Un día Sofía se despertó, se levantó, y cuando fue a ponerse las zapatillas... ¡habían desaparecido! Le pareció una cosa genial, ya no llevaría las pesadas zapatillas que tanto le molestaban. Se pasó todo el día sintiendo la libertad en sus pies, corrió de un lado a otro de la casa, se subió a todas las sillas, saltó por encima del sofá, dió patadas a todas las pelotas que había en la casa, pisó todas las miguitas de pan que había por debajo de las mesas, ¡fue un día fenomenal!
A la hora de irse a la cama, Sofía se puso el pijama y mientras se lavaba los dientes, notó como el agua del grifo le mojaba un poco los pies, provocandole una sensación muy placentera, cuando terminó, cerró el grifo y se disponía a meterse en la cama cuando ¡plas! ¡crash! ¡cataboom! Sofía se resvaló, y se cayó a suelo.
¡Cuando daño se hizo en el culete!
Se puso en pie, dió dos pasos y ¡paff! una puerta se puso en medio y Sofía le dió una patada. ¡Cuánto daño se hizo en los deditos!
Su mamá fue corriendo para ver que había pasado, y descubrió la escena.
Sofía tenía el culete muy dolorido. Cuando mamá le miró los pies, vió que no tenía las zapatillas.
Los pies estaban muy sucios, asique su mamá decidió lavarselos y mientras lo hacía le iba explicando a Sofía que las zapatillas son muy importantes. Cuidan de los pies, hacen que estén calentitos y limpios, y les protegen de los golpes.
Sofía desde aquel día pensó que las zapatillas era como superhéroes, siempre están preparadas para proteger.

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